El negocio va bien, muy bien, viento en popa.
Aumentamos en número de clientes, facturación y el Churn Rate (la tasa de bajas) se mantiene en ratios ridículamente bajos, signo de que algo estamos haciendo bien.
No te voy a abrumar ahora, querido lector, con una interminable retahíla de KPI’s, eso lo dejo para los inversores que, hasta ahora, han brillado por su ausencia.
(Como la esperanza es lo último que se pierde, aquí dejo un link para eventuales interesados, nunca se sabe 😉
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A todas luces somos un caso de éxito, de esos que hacen que los CEO se luzcan en LinkedIn con sus post autopromocionales en los que el camino hacia la cumbre está trufado de brillantes decisiones estratégicas aderezadas por un infalible olfato del Fundador de turno que, como el que no quiere la cosa, transforma una idea de lo más pedestre en un unicornio en que todos los venture capital quieren invertir.
Pues no.
Lo nuestro nos lo hemos currado y nos lo seguimos currando desde la trinchera: el haber sobrevivido a los tres primeros años de mortandad media de las startups y generar beneficio ya es un triunfo.
Pero no ha sido sencillo, ni es un camino de rosas lo que nos espera.
Para ser sinceros hemos fracasado estrepitosamente unas cuantas veces aunque, eso sí, nos hemos vuelto a levantar con tozuda determinación.
Ya nos gustaría poder decir que tenemos perfectamente pulidos todos nuestros procesos internos y somos una money machine, pero nada más lejos de la realidad.
Conseguir un cliente, pese a todo el empeño (y la automatización que empleamos de manera intensiva) sigue siendo un reto …y mantenerlo, un logro.
Nuestra empresa vende software, pero no es una software house. No somos una agencia de inbound marketing, aunque eso está en la base de lo que vendemos. Tampoco somos una compañía de BIG DATA o Cloud Computing, si bien es a lo que nos dedicamos a diario.
La nuestra es una empresa de servicios que ofrece una solución sencilla a toda la complejidad que implica lo anterior.
Y nos empeñamos en hacerlo bien.
Nuestro éxito radica en que las cosas no solo funcionan sin errores, esto es elemental, sino que nuestros clientes sepan «cómo funcionan», y esto es fundamental.
La automatización de marketing es una disciplina relativamente compleja y abarca muchas áreas de conocimiento (estrategia, contenidos, diseño) para poder implementarla con cierta garantía de éxito.
Como analogía podemos asociar nuestra tarea con la de una escudería de Fórmula 1: nosotros te proporcionamos el coche, los mecánicos que lo ponen a punto, los ingenieros de telemetría que te indican en qué puntos has de frenar y dónde acelerar… pero, como rezaba una vieja campaña de la DGT, «No podemos conducir por ti».
Nosotros nada sabemos de portales de empleo, ni de ventas inmobiliarias, ni de escuelas de negocios o seguros, por citar algunos sectores en los que operan con éxito nuestros clientes.
Lo que sí sabemos es cómo adaptar la automatización de marketing a los procesos que utilizan nuestros clientes en sus embudos de venta: ni más ni menos.
A veces logramos que la implementación sea un éxito a la primera, a veces es más laborioso y necesita ajustes y optimización porque no hay una receta mágica para todo.
En esta épocas de IA (Inteligencia Artificial) tratamos de tirar mucho de SC (Sentido Común) o simplemente Inteligencia (la de toda la vida) para resolver los problemas que nos plantean nuestros clientes y lo hacemos con humildad, honestidad y empeño.
Y para mí esto es nuestro mayor éxito.
Digan lo que digan los KPI.
Buen fin de semana.
El negocio va bien, muy bien, viento en popa.
Aumentamos en número de clientes, facturación y el Churn Rate (la tasa de bajas) se mantiene en ratios ridículamente bajos, signo de que algo estamos haciendo bien.
No te voy a abrumar ahora, querido lector, con una interminable retahíla de KPI’s, eso lo dejo para los inversores que, hasta ahora, han brillado por su ausencia.
(Como la esperanza es lo último que se pierde, aquí dejo un link para eventuales interesados, nunca se sabe)