¿Google te espía? Verdades y teorías conspiratorias en la España de hoy.

En un lugar no especificado de la España de hoy.

Voy mirando los asistentes mientras van accediendo tímidamente de a uno en uno a la sala.

Después de una breve mirada a las mesas colocadas en forma de U algunos me dirigen un breve saludo mientras que otros, más lacónicos, se limitan a hacer un gesto con la cabeza y van acomodándose cada uno en su lugar.

En la penumbra el rectángulo luminoso de la pantalla del proyector reza el título de la sesión de formación que está a punto de iniciar: “Herramientas gratuitas en la nube para gestionar tu empresa”.

 Este es un curso que vengo impartiendo desde hace unos años y aunque con el tiempo ha ido evolucionando y enriqueciéndose en sus contenidos, sigue vigente y muy actual.

Se centra en el uso de herramientas como GSuite de Google (Gmail, Calendar, sus programas de ofimática, Google Forms, Sites, etc.), en el uso de Mailchimp para realizar campañas de email marketing con mautic, en Zoho CRM para la gestión de clientes, en Trello para la gestión de proyectos y en multitud de otras herramientas (casi siempre gratuitas) que considero nos facilitan la vida.

 

Por lo general este tipo de formación la contratan los departamentos de promoción económica de los ayuntamientos y el tipo de público que suele asistir está formado, en su mayoría, por pequeños empresarios, autónomos, propietarios de tiendas de cercanías y profesionales liberales interesados en descubrir qué ofrece internet y cómo les puede ser útil en su día a día.

Esto me permite tener una visión de primera mano de las necesidades y problemáticas del tejido de la micro empresa y en este aspecto el panorama es muy variado y variopinto y en algunos casos un poco desconsolador.

 

Partiendo del punto que todos los contenidos del curso están disponibles de forma gratuita en la red y que cualquiera con un poco de tiempo, ganas y curiosidad sería capaz de aprender por sí mismo (como hice yo utilizando el infalible método RTFM) resulta que el nivel de educación digital es muy heterogéneo y con frecuencia se dan casos curiosos de gente joven totalmente ajena al mundo digital (fuera de Whatsapp, Instagram y Youtube) y jubilados que poseen avanzados conocimiento de las más variadas herramientas digitales… aunque, como siempre generalizar es malo (e inexacto).

 

Ahora que estamos situados, volvamos a la sesión de formación inicial.

 

Es la 4 hora del tercer día del curso en el que hemos abarcado multitud de conceptos, herramientas, procesos, etc. y los asistentes están agotados mentalmente al igual que yo.

 

A estas alturas, a menos que no haya una petición expresa por parte de alguno de los presentes para profundizar algún aspecto en particular, y raramente la hay, la temática fluye libre y pasamos del modo monólogo a un intercambio de ideas en el que, en mi rol de “experto”, voy dando mi opinión.

 

Sale a colación el argumento de “los datos en la nube”.

 

Un joven en sus treinta me comenta con talante escéptico que él no guarda sus datos en la nube.

– ¿Porque no? – le pregunto.

– Porque no están seguros. – me responde…

Al margen de que, después de haber aguantado doce horas de formación sobre “herramientas en la nube” haga esta afirmación me parece ya de por sí un poco contradictorio, trato de defender mi punto de vista con un ejemplo:

 

– ¿Sacas fotos fotos digitales? –

– ¡Sí claro, como todo el mundo! – me contesta el joven.

– Ah, bien y ¿dónde las guardas? ¿en tu ordenador… sí? Bien.
Ojo que respeto tu postura pero permíteme dudar de si es ese el lugar más seguro para almacenarlas y te explico porque con una anécdota: «hace unos años al igual que tú guardaba todas las fotos en el ordenador de mi casa. En esa época los teléfonos se usaban (mira tú qué curioso) básicamente para llamar y teníamos cámaras de foto y de vídeo para grabar nuestros recuerdos. La cosa es que, un buen día, mi disco duro dejó de funcionar con todos los álbumes de las fotos de mis hijos adentro y aunque tenía un disco externo en el que iba haciendo copias de seguridad, acabé perdiendo parte de esa información al no tenerla actualizada. Desde ese día decidí utilizar Google fotos que, al estar sincronizado con mi teléfono (ya no tengo cámaras), me realiza inmediatamente una copia en la nube y desde entonces no perdí nunca más una foto… ni tampoco un número de teléfono como me había pasado anteriormente al perder el móvil…»
 –

Es más, hasta me copia las guarradas que mandan los padres del grupo de fútbol de whatsapp lo que me ha creado alguna que otra situación embarazosa… (me lo tengo que mirar ;).

– Yo hago copias todas las semanas – me contesta desafiante el jóven.

– Ah, qué bien – respondo – ¿y qué pasaría si se incendia tu casa? ¿también tienes discos duros distribuidos por ahí? – pregunto con sorna.

– ¡Sí! – me espeta el individuo, un verdadero fanático del backup, que a estas alturas ha perdido toda credibilidad.

– Muy bien, y ¿cuanto tiempo dedicas a realizar todas estas copias y distribuirlas? –

– Unas dos horas semanales – comenta.

Hago un rápido cálculo mental y sigo:

– Entonces déjame ver, tú empleas unas 104 horas anuales para realizar copias de las fotos de tus hijos, por miedo a que Google (u otro) te las vaya a perder o, peor, a que las utilice para quién sabe qué siniestro fin… yo esas 104 prefiero pasarlas con mis hijos. Además, y no quiero ser malo, pero puestos a elegir me fío más en las medidas de seguridad que pueda implementar Google que invierte miles de millones anualmente en ingenieros y centros de cálculo que en las que pueda implementar alguien como yo, o tú, con nuestros portátiles ¿no crees? –

– ¡De ninguna manera!, yo no permitiré a los “poderes fácticos” como Google o  Apple o cualquier otro que tengan acceso a mis datos. Un amigo informático me dijo que desde el momento en que te conectas a internet estas empresas te espían… es por eso que yo ni siquiera me conecto a la wifi del ayuntamiento – y me muestra orgulloso como su portátil está conectado por cable al teléfono móvil en un ingenuo intento de no ser monitorizado.

– Yo no seré parte de una estadística – presume el hombre.

– ¡Ah, fantástico! de hecho veo que tu teléfono es un Huawei justamente una de la empresas que está en el ojo de huracán por las dudas surgidas sobre la seguridad de sus aparatos de telecomunicaciones… siento decirte que de todos modos serás parte de una estadística u otra: de los que usan Apple (Huawei, Google, etc.) o de los no que los usan ¿no se te había ocurrido? –

A estas alturas la discusión ha perdido todo interés para mi y muchos de los asistentes así que dejo al joven despotricando algo como “este sabelotodo” y trato de reconducirla por derroteros más amenos. Sin embargo siempre salen defensores de las teorías conspiratorias:

– Mi iPhone publicaba mis fotos en internet sin yo haberle dado permiso así que desconecté todos los servicios – se queja un poco irritada una señora de mediana edad.

– ¿Dónde quedan guardados los datos de mis clientes si los subo al CRM? – pregunta otro.

 Mi teléfono me escucha – aúlla otro señor desde el fondo medio en serio medio en coña guiñandome un ojo.

– ¿Es verdad que Google me lee los correos? 

Ante tal avalancha de preguntas, y a pesar de la hora y del cansancio, se hace imprescindible una explicación:

 ¡Señores! un momento por favor… al margen de si nuestros teléfonos nos oyen (que nutro serias dudas de que así es), las fotos de la señora se deben haber publicado (¿dónde exactamente en internet?) porque probablemente tuviera mal configurado su teléfono, los datos del CRM no tengo ni idea de dónde están almacenados pero mientras están disponibles cada vez que los necesite, para mi es suficiente (y debería serlo para Ud. también señor) y Google no solo lee nuestros correos sino que analiza a quién escribes y con qué frecuencia, qué correos abres, a qué correos respondes, las palabras clave de los correos electrónicos que sueles leer, qué correos electrónicos destacas con una estrella, archivas o eliminas y todo para trazar un perfil de consumidor (un buyer’s persona) que pueda ofrecer a sus anunciantes… para que nos muestren anuncios relevantes para nuestros intereses. A cambio nos ofrece gratis (no olvidar este punto) herramientas por las que la competencia cobra. – digo con vehemencia.

 Y no niego que quizás se esté abusando del uso de nuestros datos – sigo – las grandes corporaciones seguramente no son hermanitas de la caridad, pero repito hasta que estemos utilizando sus servicios de manera gratuita no es algo de lo que nos podamos quejar más de tanto. Asimismo dudo que la información de cualquiera de nosotros en esta sala revista un particular interés o valor como para que Google se moleste en utilizarla para sus oscuros fines al margen de ofrecernos publicidad…

 Y lo más gracioso de todo – y aquí ya preparo la puntilla – es que todo lo que hace Google lo podéis hacer vosotros también. Os voy a mostrar cómo… –

Cae el silencio en la sala. Esto interesa. Raudo abro mi Mautic la herramienta de marketing automation que utilizamos en Marketic:

– Miren, miren… esto es un ejemplo de datos de navegación de usuarios… vean cómo puedo saber qué página han visitado, cuándo y cuánto tiempo han estado en ella y aquí las estadísticas de correo y cuándo y cuántos los han leído y dónde han hecho clic… y cómo puedo segmentarlos por cualquiera de estos criterios… –

– Ohhhh… ¿y esto es legal? 

– Sí claro desde el momento que aceptas la política de cookies en una página… por ejemplo un periódico digital te graba unas 300 de promedio. 

– Ahhhh, ¿y yo también puedo saber todo esto de mis clientes? –

– Obviamente, solo hace falta un sistema de marketing automation… 

– Oye esto me interesa, ¿podemos hablar luego? –

– Por supuesto… –

¡Que rápido cambia de punto de vista en función del lente por el que miramos…!

 

¿Y tú a qué esperas para implementar una herramienta de marketing automation?

 

Mira que sé que me estás leyendo 😉